Montag, 9. Februar 2009

Pelos, pelos, pelos

He empezado un nuevo proyecto en el instituto de medicina forense. Se trata de análisis de pelo, y es horrible. Por supuesto no lo es el proyecto mismo, que en sí me gusta, me parece interesante y con un poco de suerte se puede publicar bastante bien. Es sobre como lavar los pelos antes de analizarlos para distinguir entre sustancias que vienen desde la circulación y han sido integradas en el pelo y otras que proceden de contaminación externa (humo, sudor, etc) y adhieren al pelo por fuera (no sé si me explico bien). Y no, no me paso el dia entero fumando opio o amasando los pelos en mis manos llenas de cocaína en polvo. :-)

Más bien intento desde hace un mes atar, contaminar, pesar, lavar, secar, m
oler, y pesar de nuevo mis pelos estándar en los bonitos colores rubio mediano, marrón claro, rojo, negro-japonés y chino-oxigenado y luego extraher las drogas con las que los he contaminado. Y eso con lo manazas que soy. Hasta hoy dia me pregunto como mi jefa pudo darle un proyecto en el que toca trabajar con objetos de menos de 0,1 mm de diametro a una persona tan nerviosa y patosa como yo. No me lo explico.

Vale, lo hizo con las mejores intenciones y sobre todo quería ayudar cuando mi jefe del otro laboratorio me comunicó a principios de noviembre por correo electrónico que no tenía pensado seguir pagándome en el 2009 y me quedé con 1/3 de jornada menos. Vale, todavía tenía ese proyecto y el dinero para pagarlo metido en algún cajón y estaba dispuesta a ahumentar mi sueldo durante 6 meses de un 66% de jornada a un 81,58%. Y vale, yo estaba de bastante mala leche por la forma en la que habían pasado las cosas y solo quería trabajar mi jornada entera. Y ya. Le dije que sí, y me quedé con el proyecto del pelo. Y la verdad es que tampoco quiero quejarme por tener la gran oportunidad de ampliar mis conocimientos y experiencias en el laboratorio.

Me quedan 5 meses. El molino para moler el pelo hace un ruido inaguantable, igual que el baño de ultrasonido para hacer la extracción (menos mal que el molino tarda solo 8 minutos para moler dos muestras, sin embargo las extracciones son de 2-3 horas). En todas partes – en mi mesa en el laboratorio, en mi ropa, en casa en el teclado del portátil,
en mis zapatos e incluso en mi taza de té del desayuno – encuentro pelo que no me pertenece. Se acabaron los tiempos en los que se podía silbar cuando echaban una bonita canción en la radio, algo que me recuerda mucho a mi doctorado: “Oh, que canción más bonita – un momento, ¿no había por aquí unas 50 moscas drosófila anestesiadas? ¡Mierda! ... Eh, hola jefe, no, no, todo bien, estaba contando mis moscas drosófila y no sé cómo pero las repartí por todas partes. No, no pasa nada, ahora mismo las recojo y sigo antes de que se despierten.” Desafortunadamente pelo molido es mucho más pequeño que moscas drosófila anestesiadas... – la única ventaja es que no se despierta y sale volando al poco tiempo.

Además mi compañera de clases de judo, Lucie, me regaló un libro en Navidades (Haruki Murakami: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo) en el que una protagonista trabaja para una fábrica de pelucas y se pasa el dia evaluando al pelo retrocediente de sus conciudadanos masculinos usando tres categorías: A “aquellos que ya estan calvos”, B “aquellos que han perdido bastante pelo” y C “aquellos cuyo pelo se ha aclarado algo”. Desde que acabé aquél libro me pillo de vez en cuando categorizando a otra gente en “aquellos cuyo pelo es demasiado corto”, “aquellos cuyo pelo es demasiado irregular” y “ese color ya lo he analizado”.

Mis compañeros de trabajo ya se echan a reir cuando me ven luchando con aquel enemigo invisible al que uno no puede vencer ni siquiera usando las más sofisticadas llaves de judo. Admito que de vez en cuando debo parecer una amaestradora de pulgas. Para compensar la eterna paciencia que se necesita para este trabajo de chinos con manojos de pelo de 3 cm de longitud y 300 mg de peso me he dedicado a descongelar uno de los frigoríficos en el laboratorio. Voluntariamente. Y sola (o casi sola). Con una llave inglesa gorda, dando golpes y haciendo muchísimo ruido y poniendo una cara decidida (para no decir agresiva) – “Regine, no quiero saber en quien estás pensando ahora mismo...” – saqué un lavabo grande de hielo de dicho frigorífico. Uff, no os podéis imaginar lo bien que me sentí después.

Una segunda parte del proyecto trata de oxigenar el pelo contaminado o hacerle la permanente, y luego pesar, lavar, secar, moler, pesar de nuevo y extraher las drogas. Menos mal que en el laboratorio tenemos más frigoríficos que urgentemente necesitan ser descongelados.

Para que un análisis de pelo sea valido en un juicio (para demostrar abstinencia de drogas etc.) se necesita por lo menos una mecha de 8 cm de longitud. Y he jurado a mi misma de ahorrar trabajo a mis compañeros cortandome el pelo antes de que llegue a los 8 cm. 6 cm también me quedan bien. Y para cambiar un poco podría oxigenarlo y/o hacerme la permanente. :-)

Hasta pronto y: Porom pom pom, porompom porom pom pelo, pelo, porom pom porom pom, pelo, pelo, porom pom pom peeeelooooo.

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