El invierno nunca llega a Heidelberg. Por lo menos no hay inviernos de verdad, con nieve y heladas y temperaturas bajo cero. Todos los años nieva, antes o después. La gente se alegra, y a la mañana siguiente, si a caso queda algo son charcos de barro. Sin embargo, en la casa en la que vivo todos los años cuelgan la lista constando a cual de los vecinos le toca quitar la nieve en qué día, la ponen justamente al lado de la lista de la limpieza (que es completamente distinta) – eficiencia alemana, y recuerdos a viejos tiempos... Todos los años cientas de personas acuden al mercado de navidad, beben su vino caliente a unos soleados 10°C o con lluvia y 5°C. Más que una vez la gente intentó pedir una fanta.
Otra cosa inolvidable durante la navidad es la preciosa decoración navideña de Neuenheim, el barrio en el que vivo. Mientras otros barrios y otras ciudades lucen estrellas, árboles de navidad, ángeles y otros motivos navideños, en Neuenheim año tras año lanzamos el contraataque con objetos indefinibles. Gente con muy buena intención y mucha imaginación, y los que estan colocados, ven mitades de estrella, yo siempre veo ropa interior. Y se encuentra en todo el barrio. Todos los años.
Pero este año las cosas cambiaron. No, la decoración por supuesto que no cambió, eso ya hubiera sido el colmo... En diciembre hizo frío, y la nieve no se derritió durante dos días. El vino caliente del mercado de navidad nos vino de maravilla, igual que el “Teepunsch” (ponche de té) del norte de Alemania. Teepunsch es una sana y sabrosa mezcla de té negro, frutas (con muchas deliciosas vitaminas), azúcar y un pelín de alcohol, en este caso vino tinto y ron. Precisamente, el pelín de alcohol es lo suficiente grande para estar ligeramente borrach@ al empezar la segunda taza. Teepunsch es mi bebida preferida del mercado de navidad y el mejor invento después de las gominolas ácidas.
En enero nevó durante unos días y las temperaturas cayeron constantemente. Mi compañera de piso se alegró tanto que hizo una bola de nieve y la metió en nuestro congelador (sigue allí). Yendo al trabajo leí -1°C en un termómetro, y me sorprendió que con solo -1°C se habían congelado los frenos y el cambio de marchas de mi bici. A segunda vista el grado bajo cero llegó a ser -13°C, y de repente vi pedazos de hielo flotando en el Neckar. Unos días después estábamos a -17°C, con el rio completamente congelado. Fue realmente impresionante. Algunos valientes incluso se atrevieron a caminar sobre el hielo. Los más viejos de mis compañeros de trabajo comentaron que la última vez que habían cruzado el Neckar a pie fue en el severo invierno de 1963, y que desde entonces raramente lo habían visto con hielo. Por supuesto este momento histórico tuvo que ser capturado con mi cámara, pero por mí no tiene que repetirse el invierno que viene. El Teepunsch también está riquísimo a 2°C y con un rio despejado.
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