Heidelberg es una ciudad muy recomendable – como el millión de turistas que visita esta ciudad de 100.000 habitantes cada año puede confirmar. Conclusiones como esta siempre me recuerdan a una camiseta que vi en mi viaje a la India (y que me debería haber comprado) en la que ponía: “India is a wonderful country – one billion Indians cannot be wrong” (La India es un país precioso – mil millones de indios no pueden equivocarse).
Pero realmente me siento muy bien aquí, para no decir, en casa. La ciudad siempre parece estar un poco lejos de la realidad, como una pequeña utopía. Universitarios, estudiantes procedentes de todo el mundo, japoneses, americanos, otros turistas, el castillo, el puente viejo, el cesped a la orilla del Neckar con gente haciendo barbacoas, tocando la guitarra, jugando al fútbol o relajándose, el camino de los filósofos, la universidad más antigua en territorio alemán (AD 1386), abogados, el centro alemán de investigación oncológica, un mundo ideal. Hasta las dudas relacionadas con el trabajo que en ocasiones aparecen - ¿porqué necesitamos un instituto de medicina forense en un mundo perfecto? - no pueden destruir la impresión general. El diario alemán Der Spiegel anotó hace una semana en su artículo “Heidelberg – Verdadero romanticismo” que “Heidelberg es mejor que Disneylandia”. Mientras ciudades de la región tienen problemas de homicidio y violencia (por ejemplo Weinheim, a 15 kms de aquí : «Policías desamparados escuchan el asesinato de una mujer en directo por teléfono”), nosotros bebemos Capri Sonne (aunque sea de Eppelheim, una ciudad independiente pegada a Heidelberg), enseñamos la asignatura “felicidad” en el instituto, nos cabreamos porque las dos bicis robadas al dia se suman innecesariamente a nuesta estadística de crímenes cometidos, cantamos el “Bad’ner Lied”, el himno de la región, a pleno volumen, nos alegramos cuando Hoffenheim gana sus partidos, e impresionamos con titulares sobre nuestro alcalde gay que se casa con su novio y denuncia a la ciudad por discriminación. En fin, nada espectacular...
Pero realmente me siento muy bien aquí, para no decir, en casa. La ciudad siempre parece estar un poco lejos de la realidad, como una pequeña utopía. Universitarios, estudiantes procedentes de todo el mundo, japoneses, americanos, otros turistas, el castillo, el puente viejo, el cesped a la orilla del Neckar con gente haciendo barbacoas, tocando la guitarra, jugando al fútbol o relajándose, el camino de los filósofos, la universidad más antigua en territorio alemán (AD 1386), abogados, el centro alemán de investigación oncológica, un mundo ideal. Hasta las dudas relacionadas con el trabajo que en ocasiones aparecen - ¿porqué necesitamos un instituto de medicina forense en un mundo perfecto? - no pueden destruir la impresión general. El diario alemán Der Spiegel anotó hace una semana en su artículo “Heidelberg – Verdadero romanticismo” que “Heidelberg es mejor que Disneylandia”. Mientras ciudades de la región tienen problemas de homicidio y violencia (por ejemplo Weinheim, a 15 kms de aquí : «Policías desamparados escuchan el asesinato de una mujer en directo por teléfono”), nosotros bebemos Capri Sonne (aunque sea de Eppelheim, una ciudad independiente pegada a Heidelberg), enseñamos la asignatura “felicidad” en el instituto, nos cabreamos porque las dos bicis robadas al dia se suman innecesariamente a nuesta estadística de crímenes cometidos, cantamos el “Bad’ner Lied”, el himno de la región, a pleno volumen, nos alegramos cuando Hoffenheim gana sus partidos, e impresionamos con titulares sobre nuestro alcalde gay que se casa con su novio y denuncia a la ciudad por discriminación. En fin, nada espectacular...
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Los últimos acontecimientos graves que siguen en mi memoria por las noticias y los titulares son el asesinato de Vanja Elena de 12 años por un tio pervertido (30/11/2000) y el triple asesinato de Ziegelhausen (23/12/2002) por un hombre de Mannheim que estaba en paro y fumaba una marca rara de cigarillos – ambos fueron trágicos, ambos han sido resueltos y ambos pasaron hace bastante tiempo.
Los últimos acontecimientos graves que siguen en mi memoria por las noticias y los titulares son el asesinato de Vanja Elena de 12 años por un tio pervertido (30/11/2000) y el triple asesinato de Ziegelhausen (23/12/2002) por un hombre de Mannheim que estaba en paro y fumaba una marca rara de cigarillos – ambos fueron trágicos, ambos han sido resueltos y ambos pasaron hace bastante tiempo.
Incluso la segunda guerra mundial, en la que muchas ciudades alemanas - como Mannheim, que está a 15 kms - fueron completamente destruídas no dejó muchas huellas en Heidelberg. Un vecino viejo me contó que una de las memorias más vivas que tiene de esa guerra fue un arbusto ardiendo en el jardín a causa de un erróneo ataque aéreo en el que la iglesia del vecindario perdió unas cuantas de sus preciosas ventanas de vidrio colorado. Le chocó mucho más cuando estudiantes rebeldes al final de los años sesenta destruyeron el altar de aquella iglesia, sacaron las partes al patio y las quemaron allí mismo. Eso fue hace casi 40 años.
Conclusión: Venid a la bonita ciudad de Heidelberg, realmente es preciosa. Un millón de turistas no pueden equivocarse.
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